Me encanta la actitud de los rockeros de los noventa (y, en realidad, la de los rockeros duros en general) y me carga la actitud engrupida de los artistas e intelectuales con sus mezquinas envidias y sus odios recalcitrantes y mal disimulados.
Si un rockero se enoja con otro, le "saca o lo manda a la chucha" y punto (lo agrede física o verbalmente), descarga su ira sin medias tintas y se acabó, más limpio, más claro, más directo.
Los artistas (plásticos y literarios) se pelan con mucha pica (hablan mal del otro con envidia), como Da Vinci cuando cachó que lo había destronado Buonarotti y se decían cosas atroces en la calle, dando un espectáculo bastante lamentable y poco digno de figuras universales del arte renacentista, o sea mostrando la hilacha pesao. Fome y degradante.
Yo no soy agresiva, nunca he peleado a combos y a estas alturas de mi vida creo que ya no lo haré, por eso mismo me causa más admiración e intriga esa forma de canalizar los sentimientos de furia que todos hemos tenido en algún momento de nuestras vidas.
Me imagino la sorpresa que me causaría que llegara alguien y me plantara un buen combo en plena cara. Creo que me quedaría atónita primero y después lloraría como niñita, consiguientemente haría lo que cualquier persona civilizada: poner una demanda.
Por eso, aunque me duela el alma, nunca nunca seré una rockera de tomo y lomo. Para eso hace falta cuero duro que definitivamente no tengo. Después de todo soy tierna como un marshmallow y blanda como un flan, aunque no tan dulce, je, je, je.
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