El gringo y yo nos pusimos ayer de novios. Fue un día muy lindo y él me dio una gran sorpresa. Yo no sospechaba absolutamente nada.
Se suponía que yo iba a visitar a mis papás a Rinconada porque mi papá estaba muy triste con la muerte de uno de sus perros regalones y que el gringo se iba a la casa de sus papás a estar con su familia. Yo viajé con mi hermana con pena porque no nos íbamos a ver en todo el día, pero qué se le va a hacer.
Cuando llegamos a la entrada de la parcela, veo una figura que camina desde el quincho a la casa igualita a la del papá del gringo y pensé: "qué raro, no puede ser, mis papás deben tener visitas" pero no dije nada. Al estacionar la camioneta mi cuñado, ví el auto de los papás del gringo y entonces me dí cuenta de que estaban allá. Pensé que había pasado algo y que había alguna razón poderosa por la que no me habían dicho, aunque jamás me imaginé lo que me esperaba.
Al segundo siguiente, ví al gringo en la puerta de la casa de mis papás con un gran ramo de rosas de color rojo anaranjado, pero yo no me podía bajar de la camioneta, porque las puertas traseras tenían puesto el seguro para niños. Finalmente, él se acercó y me abrió la puerta, me entregó las flores y me abrazó susurrándome al oído: "imagino que ya sabe por qué estoy aquí" y recién en ese instante caí en la cuenta de lo que se venía.
Fuimos caminando al quincho y después de saludar a todos, nos reunimos en círculo. Acto seguido, sacó una cajita con un precioso anillo de compromiso, me pidió matrimonio delante de nuestras familias y yo estaba como atontada de felicidad y sorpresa. Realmente no lo esperaba. Por supuesto que a la pregunta "¿quieres casarte conmigo?" respondí: "sí, quiero." Y todos aplaudieron, mientras el hermano chico del gringo nos sacaba fotos con la cámara de mi papá.
Sirvieron el exquisito pisco sour que preparó mi futuro suegro y nuestros padres brindaron para desearnos un matrimonio lleno de felicidad y éxito. Fue un momento muy bonito. Siguieron los discursos y hasta yo hablé un poquito, pero sólo dí las gracias, porque aún estaba aturdida con la tremenda sorpresa.
El almuerzo transcurrió muy alegre celebrando la ocasión con un rico asado que preparó mi papá con cariño, mientras mis sobrinitos comían en silencio sus salchichas, creo que los pobrecitos se sintieron intimidados con toda esta gente desconocida para ellos.
Más tarde, salimos a caminar por el campo y yo parecía volar con cada niño en una mano. Cuando volvimos a la casa, mi papá me llevó a dar una vueltecita por la parcela, mostrándome todos los arbolitos recién plantados y también los antiguos. Pasamos por la tumba de su perrito y me confesó que le daba pena, pero él es un roble y nunca se permite momentos de sentimentalismo. Está muy contento planificando la construcción del gallinero y la distribución de los árboles cuando mejore el tiempo.
Volvimos temprano a Santiago para ir a anunciar formal y personalmente el compromiso a los abuelitos del gringo, quienes estaban muy emocionados y contentos con la noticia, aunque ya sabían que hoy era el día en que él me pediría matrimonio.
La vida es linda. Soy inmensamente feliz. A la felicidad de despertar cada día con él, ahora le sumo haber pasado a la etapa de comenzar a concretar nuestros planes de casarnos y formar una familia.
Quiero que todos sean igual de felices que yo. ¡Felicidades para todos!
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