El lunes iba en la micro a mi casa pensando en lo afortunada que soy, porque mi corazón está bajo control, la gente que quiero está bien, tengo tiempo para mí, mi pololeo va viento en popa, soy joven y no tengo sobresaltos económicos ni deudas.
La vida castigó mi soberbia. Al día siguiente amanecí congestionada y resfriada a morir. Bueno, no es ninguna sorpresa porque el día anterior en la micro la señora que se sentó a mi lado tosía como contratada y un señor sentado atrás también, al punto que yo no sabía hacia dónde volver la cara.
En fin, llevo cuatro días tomando líquidos por litros, una cosa homeopática que se llama engystol y ayer empecé a tomar kaloba que también es natural.
Ahora siento los pies helados a pesar de las medias, dos pares de calcetines y las botas. Hace frío en Santiago de Chile.
Pasaré otro maravilloso fin de semana en cama, pero no me puedo quejar, tengo todo lo necesario en mi casa para descansar y mejorarme.
Hoy ví fotografías de personas de la calle en el blog "Pobres de Nosotros" y me quedé sin palabras. No pude evitar pensar qué hago yo para que eso no pase: sólo soy socia del Hogar de Cristo y ahora me doy cuenta de que inscribirme en eso fue lo mejor que he hecho en mi vida. Ustedes dirán que eso no arregla el problema de la pobreza, no, no lo arregla, pero ayuda a mitigarlo. Cualquier cosa que hagamos no será suficiente, pero será necesaria y mejor que la indiferencia.
Nos leemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario