martes, 29 de junio de 2010

Pega nueva, vida nueva

¿No digo yo que la suerte de la fea, la bonita la desea? Hace unas semanas me puse a buscar pega, pensando que en cualquier momento se acababa el reemplazo que estoy haciendo, pues resulta que dí una (¡UNA!) entrevista de trabajo y quedé al tiro en el puesto que yo quería. INCREÍBLE. Estoy tan feliz que no quepo en mí.

La vez anterior que busqué trabajo, me costó bastante más, porque no tenía más de un año de experiencia. Pero ahora tengo tres en una misma área y más de cinco en una misma organización. El tiempo ha pasado, es verdad, pero me ha dejado un buen historial laboral complementado con un variado set de estudios específicos que adornan bien una carrera. Pero más que eso, ahora tengo una carrera.

El próximo lunes ya estaré en otra oficina, en otro barrio (el centro), en otro rubro, en otro pequeño universo.

Hoy caminé desde Condel con Providencia por esa misma avenida hasta Salvador y coincidentemente ese fue el mismo recorrido que hice a pie el día que fui a dar la tercera entrevista de trabajo para entrar a la organización que me cobijó más de cinco años, recordé las ansias y las esperanzas por conseguir el trabajo en el Departamento Internacional, parecido a lo que me pasó hace una semana. Miré a mi alrededor y me dí cuenta de que el sector no ha cambiado en nada. Estaba el mismo sucucho que hace llaves y vende candados, vecino al bazar con juegos de azar y más alla, a la vuelta de la esquina, el tugurio grasiento que te da una bofetada de tufo a aceite recalentado de las papas fritas en los últimos diez años.

No pude evitar la nostalgia que me atenazó: el próximo lunes ése ya no sería más mi barrio, empezaría a formar parte de los recuerdos, como todo lo demás en mi vida que he dejado atrás.

Siempre pensé que cuando terminara mi reemplazo iba a estar un tiempo sin trabajar, que podría gozar de mi indemnización tranquilamente, hacer un viaje a Mendoza con mi mamá y gastármela alegre y tranquilamente. Pero este mundo es rápido y más que eso, vertiginoso.

En la nueva empresa necesitaban a alguien lo más pronto posible. Ni siquiera pude esperar a la pobre joven madre a quien estoy reemplazando. Hubiese querido que llegara para que no tuviese que sentirse entre la espada y la pared: su pega sola y su guagua chica.

Pero no podía perder esta oportunidad, es demasiado buena para renunciar a ella. El cliché es real ahora: la vida es implacable a veces.

Ahora me espera un torbellino de trabajo y más trabajo. Salir una hora más tarde todos los días, viajar más para llegar a mi trabajo y a mi casa. Una nueva etapa en mi vida.

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