Sé que no fue un fracaso absoluto la intervención, pero aún así me siento desilusionada, derrotada, cansada, frustrada
Porque el panorama de no volver a ver a un cardiólogo se diluyó en un mar de ciento treinta latidos por minuto
Tengo rabia, tengo pena, quiero gritar y patear, pero no me doy permiso para eso, porque debo estar agradecida de haber sobrevivido hasta ahora...
La procesión va por dentro
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