martes, 7 de julio de 2009

Terremoto



Bueno, estoy como el gallo del libro ¿Quién se llevó mi queso? que no he leído pero que cacho de qué se trata por lo que me ha contado gente que sí lo leyó.

La vida cambia y uno se aferra a lo que siempre ha tenido y que da por seguro. Ahora estoy buscando nuevos horizontes y ya sé lo que quiero y cómo conseguirlo, sólo es cuestión de tiempo, paciencia y un poco de suerte también.

Cuando supe la noticia, me dio un bajón de los buenos. Primero lloré con mucha pena y frustración, después me deprimí en mala y luego entendí que es lo mejor que me podría haber pasado.

La dura que tengo suerte. Todo el mundo me ha apoyado mucho más de lo que imaginaba y de lo que creo llegar a merecer en mil años de penitencias por mis bellaquerías.

Mi hermana inmediatamente se puso en la parada de ayudarme con mi estrategia.

Mi papá me dijo que no me preocupara de absolutamente nada y mi mamá se preocupó más de mi corazón que de otra cosa.

Mis amigas me llamaron o escribieron al tiro y me ofrecieron toda la ayuda posible.

El gringo es tan bacán que ese mismo día vino hasta mi mismísima pega a darme un abrazo y se fue. Si eso no es amor, no sé qué puede serlo.

Para más remate, el sábado yo todavía andaba de capa caída, así que el gringo lo declaró mi día (o sea el día de Valeria). Yo podía escoger las actividades que haríamos juntos, el lugar y todo. Incluso le dije "guagua" por error (así les digo a mis sobrinos, a veces) y le dio lo mismo, pero aclaró que sólo por ser mi día.

Finalmente me llevó una caja gigante de chocolates Ferrero Rocher (nunca había visto una tan grande, ni siquiera sabía que existían) y vimos una película horriblemente mala en el Animal Planet en mi pieza, porque yo no tenía ganas de salir y él se la mamó con gusto y mucha tos.

Gracias, gringo. De verdad, muchas gracias. Eres lo máximo en todo el Universo y sus alrededores. Tenerte a mi lado de verdad que ha amortiguado el golpe.

Gracias a mi hermana, a mi papá, a mi mamá, a mis amigas y a mi familia en general que sólo tuvo palabras de aliento para mí.

Y gracias al terremoto, necesitaba un remezón, de una vez por todas.

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