Desde el domingo estoy en la casa de mi hermana con mis lindos sobrinitos de 5 y 2 años y medio. Estoy en mi última semana de vacaciones.
Con el mayor hacemos las tareas que no pudo terminar durante el año en el jardín, jugamos en el computador y le leo cuentos en inglés.
La chiquilina es más tierna y le gusta jugar con su oso de peluche, pintar, cantar y regalonear conmigo.
Vamos todos a la plaza, nos bañamos en la piscina, hacemos pic-nic en el jardín y jugamos a distintas cosas al aire libre.
Todo eso fue bautizado por mi hermana como "el campamento de verano de la tía Valeria".
Ilusoriamente, me había hecho la idea de que iba a poder leer y hacer cosas de adultos. Nones.
Todo gira en torno a los retoños de tierna edad que llenan la casa con sus juguetes y presencia infantil. Pero anoche ví la película W. de Oliver Stone (muy entretenida) y me doy mis espacios para conversar por teléfono con el gringo que tiene que estar de cuello y corbata en la oficina mientras yo luzco un bikini distinto cada día al lado de la piscina.
Amo estar de vacaciones y creo que los niños están contentos de que esté aquí, de hecho una forma de que se tomen la leche y coman es decirles: "bueno, me voy a mi casa a ver al gato". Santo remedio, se portan regio.
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