miércoles, 12 de agosto de 2009



Tengo muchísima suerte, porque mi vida es un mar de tranquilidad.

Hace conocí a una mujer impresionante. Ella, aparte de las 10 horas de oficina, pitutea como loca (canta en forma profesional y edita libros) y cría tres hijos, por si lo anterior fuera poco ¡Y tiene mi edad!

De verdad yo no hago nada, en comparación con ella. Nada.

Mi día empieza relajadamente, el desayuno me espera en la mesa incluyendo jugo de pomelo rosado y naranjas recién exprimido, me voy a la oficina con relativa calma, trabajo mis horas y me voy a mi casa, donde mi máxima preocupación es que no se me caiga el WiFi. No lavo un plato, ni hago una cama y muchísimo menos mudo una guagua o le doy de comer.

Mi refrigerador está siempre repleto y hace años que no hago una compra de supermercado para el mes.

Si no hay nada preparado, como sandwich o no como nada simplemente. Cocino sólo cuando el gringo me visita y no hay nada hecho para darle.

Tengo tanto tiempo para mí que no lo puedo creer ¡Me encanta!

A veces pienso lo complicada que se vuelve la vida cuando uno forma una familia y el apoteósico esfuerzo que eso implica. La responsabilidad es enorme. Las madres son realmente admirables.

No hay comentarios: