viernes, 12 de diciembre de 2008

El Desierto y Sus Valles




El fin de semana largo nos "largamos" con el gringo a Arica. La idea era que él conociera el Parque Nacional del Lauca y el Lago Chungará, y que yo estuviera con él (yo ya había ido con mi curso el año 90 ó 91).

Chile-Perú
No sé si será porque ahora tengo edad para darme cuenta o por el momento histórico que están viviendo las relaciones chileno-peruanas, pero me pareció que había un ambiente muy tenso en todo lo concerniente a nuestros vecinos limítrofes septentrionales.

El hecho de que haya un montón de gente en el terminal internacional que se ofrece como mano de obra barata habla mal de las condiciones laborales en su país. Bueno, eso no es ninguna novedad, mi hermana tiene dos nanas peruanas y muchas de las reemplazantes de las mismas han sido de la misma nacionalidad, en la Plaza de Armas hay un pequeño Perú, etc.

Pero en Arica se respira un aire de resentimiento y se evidencia de que tanto peruanos como chilenos están muy concientes de que esas tierras eran del país del norte antes de la Guerra del Pacífico.

Por ejemplo, el regimiento allá es increíblemente grande, como si debiéramos estar preparado para entrar en conflicto en cualquier momento.

Valle de Azapa
El sábado en la tarde fuimos en un city tour al Valle de Azapa, del cual éramos los únicos pasajeros.

El paisaje es único, es como si hubieran metido un pedazo de Los Andes o San Felipe con todas sus tierras cultivadas en medio de la parte más seca del Desierto de Atacama. Realmente es como para quedarse con la boca abierta.

Sí, también hay otros lugares desérticos en que se cultiva como Israel, Palestina y el Medio Oriente en general, pero como no los conozco no puedo opinar de su originalidad o belleza.

Paramos cerca de los cerros para ver los geoglifos, que son representaciones hechas por las culturas precolombinas con piedras sobre la tierra. Éstos han debido ser restaurados por la Universidad de Tarapacá porque la gente muy inteligentemente "se llevaba una piedra de recuerdo" y los desarmaron (no digo yo que vivimos en Shile).

En ese momento empecé a sentir el olor tan característico del norte, que es una mezcla de polvo suelto con resequedad del aire, no sé cómo explicarlo. Me dio una nostalgia tan grande que me transportó a mis años escolares e infantiles, pero no fue una nostalgia melancólica, fue saboreada con fruición.

Valle de Lluta y Parque Nacional del Lauca
Al día siguiente fuimos en un tour que duraría todo el día a Chungará que está en el Parque Nacional del Lauca y que pasa por el Valle de Lluta.

Este último también es un milagro de agricultura en medio del desierto, pero mientras en Azapa el fuerte son las aceitunas, Lluta es más de maíz, cebollas, acelgas y ese tipo de verduras. Ahí también vimos geoglifos que han sido datados (sin exactitud alguna) entre 1.100 y 1.400 años antes de Cristo. Se pueden ver en la ladera sur de casi todos los cerros hasta llegar a Poconchile.

Una vez ahí, visitamos la iglesia que se llama San Jerónimo y fue construida en 1580 (y reconstruida entre 2001 y 2005). Tiene figuras religiosas muy antiguas, de yeso pintado y altares que cuentan con las flores de plástico de la devoción popular.

Siguiendo nuestro camino hacia las alturas, paramos a ver más de cerca una especie vegetal abundante en el lugar, el cactus candelabro, que parece un ídem de pie, es decir tiene un "tronco" delgado y varias "ramas" que se elevan en arcos hacia el cielo (parece una pequeña palmera desde lejos).

Continuamos viaje hasta el típico restaurant de camioneros del norte. Me llamó mucho la atención que los manteles fueran tipo "frazada de lana" con motivos nortinos. Y no sólo ahí, sino en varios otros lugares. En ese lugar tenían llamas y alpacas para exhibición, son muy difíciles de distinguir, pero principalmente las llamas son más grandes, tienen las orejas más largas y son más estilizadas, las alpacas son "de cogote corto". Las que son más fáciles de distinguir son las vicuñas y los guanacos. Pero en general, para los legos, las cuatro especies son casi iguales.

Esos animales encerrados me recordaron el pesebre de tamaño natural que hacía Codelco en Chuquicamata para la Navidad, tenía varios de esos camélidos y además ovejas, que yo pensaba sufrían con la altura, pero me encuentro ahora con que en el Valle de Lluta hasta vacas crían, así que no me extraña que los bovinos resistan perfectamente la falta de biodisponibilidad de oxígeno (la densidad en altura es la misma).

La siguiente parada fue en un mirador que daba hacia Putre, donde vendían artesanías. Obviamente yo compré, porque me es mucho más grato dejar mi plata a la gente de clase de media que a las grandes corporaciones. En fin, la cosa es que compré muñequitos vestidos de altiplánicos para mis sobrinos, zapatillas de alpaca para mí (son increíblemente calientitas), una carterita y un sombrero, que realmente era mucho más útil como protección para el sol que el "jockey" que estaba usando (por muy de Venezia que lo haya traído mi hermana, el shileno le daba cien mil patadas porque daba sombra lateral y posterior). Además compré pululos ¿no sabe qué cosa es eso? yo los comía desde mi infancia. Si conoce los Natur de maíz, imagíneselos mucho más grandes (como el doble) menos densos (más esponjosos) y muy sabrosos. Los pululos son un manjar nunca bien ponderado, alguna gente dice que son como los popcorns, la verdad yo les encuentro un mundo de diferencia.

En fin, los alrededores de Putre poseen terrazas de cultivo como las que se utilizaban en el tiempo de los Incas, es que en ese tipo de terreno es realmente la forma más eficiente de utilizar el agua de riego.

A medida que seguíamos subiendo, iban apareciendo los ecosistemas llamados bofedales, que son una especie de ciénaga de páramo andino. Los bofedales son muy verdes y se puede encontrar camélidos comiendo de ellos o tomando agua de las charcas o lagunas en que se ubican. Son algo único y precioso, vale la pena mirarlos, pero son lugares protegidos, no se puede caminar por ellos, así que "Ud. no lo haga".

En una de las paradas, me clavé la pierna con una especie vegetal que se llama "Paja Brava", ahora sé por qué. Fue como si me hicieran acupuntura, pero con púas de puercoespín, ví burros verdes y aparentemente no se veían heridas, ese día en la noche ví las innumerables marcas de pinchazos para el recuerdo. Fue algo muy estúpido, porque andaba con jeans pero pisé de tal forma que las hojas quedaron metidas entre el pantalón y el calcetín (nuevamente mi faceta cantinflesca). Al agacharme repetidas veces a mirar me mareé un poco, me estaba afectando la altura.

Lo más espectacular del viaje (junto con el bofedal de Parinacota) fue la primera vista de los Payachatas (palabra que significa gemelos), los volcanes Parinacota y Pompare. Están casi pegados y son tan altos que tenían nieve en gran parte de sus cumbres aún en esta época del año.

Después pasamos por un control de Carabineros, donde tenían una llama que se creía perro, perseguía a las personas para que le dieran galletas y tenía una bolsita artesanal al cuello para que le dieran propinas (no a ella, seguro que a los dueños). Era tal su desesperación por galletas, que apenas llegaba una camioneta y bajaba la ventanilla, ella metía su cabeza completa y asustaba a los incautos que no entendían como este tremendo animal parecía un cachorrito mimado.

Finalmente llegamos al bofedal de Parinacota a orillas del Lago Chungará, que está a 4.500 msnm (metros sobre el nivel del mar) desde el cual se ve sólo el volcán Parinacota que oculta a su "payachata" Pompare.

Putre y regreso a Arica
Después del almuerzo, fuimos a visitar la Iglesia de Putre y ahí conocí a André, un francés que estaba en nuestro tour y con el cual por supuesto me puse a batir la lengua en la belle langue.

Él me contó que había una ciudad chilena que era MUY conocida en todo Francia, pero que no era Santiago. Al yo preguntarle de cuál se trataba, me dijo muy misterioso: "ya lo vas a descubrir" ¡Plop!

La cosa es que en la iglesia me pidió que cuando nos subiéramos al bus nuevamente, le sirviera de traductora. Quería cantar una canción ¡Doble plop!

Bueno, como mi capacidad de hacer el ridículo no tiene límites, una vez que todos los pasajeros estaban sentado y antes de partir de vuelta a Arica, el francés tomó el micrófono del guía y me llamó a mi labor acordada.

Él era muy desafinado y además - como la canción era antiquísima y tenía vocabulario del año de la reina Victoria- me tuvo que ir explicando de qué se trataba en un francés normal después de cada verso.

De todas formas, salió muy fluido, pero resulta que la canción no era muy alegre que digamos. Era algo así como "icemos las velas rumbo a Valparaíso, algunos de nosotros moriremos y nuestros cuerpos quedarán en esas tierras lejanas, pero de todas maneras icemos las velas y partamos hacia allá". Así que me sorprendí en la parte de la muerte y me puse cómica (cómo no, tenía que salir Cantinflas). A mí no más me pasan estas cosas.

Creo que de lástima y vergüenza ajena nos aplaudieron y el gringo encontró que yo no había hecho el ridículo, que en realidad es la única opinión que me importa, así que todo bien.

Fue un día inolvidable. Sacamos millones de fotos y llegamos exhaustos al hotel.

De Compras y Playa
El último día sólo nos quedaba la mañana para hacer algo, así que enfilamos hacia el centro de la ciudad. La ecuación: día feriado + en provincia = nada abierto, funcionó perfectamente, por pura suerte nos abrieron un puesto de poleras donde compramos algunas (el niño juraba que éramos gringos y me encontró cara de alemana, ya me había pasado en Sudáfrica) y sería.

Después fuimos a la playa El Laucho, que tenía arena de conchilla (esa que se pega a la piel y hay que rasparla para que se salga) y puras piedras y hoyos al entrar al mar. No fue todo un fracaso, pero tampoco todo un éxito. Yo lo pasé increíble a pesar de todo, no podía creer que estaba en la playa, la planificación del viaje fue tan rápida, que todo me sorprendía. Pero el gringo parece que tenía otras expectativas respecto a la temperatura de agua y la textura del arena.

Se nos estaba haciendo tarde, así que nos fuimos al hotel y estuvimos un rato en la piscina, el se bañó pero yo no (recién había logrado que se me secara el tankini) y sin almorzar, nos fuimos a preparar todo para el vuelo de vuelta.

No hay mucho más qué contar, volvimos a Santiago y estoy de nuevo sumida en la rutina soñando despierta con el fin de semana largo...


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