martes, 2 de diciembre de 2008

Ovejas Parejas

He descubierto que soy clasista mental.

Me explico. Tengo facilidad para conversar con gente de todas las clases socioeconómicas, sin embargo me siento más cómoda con gente de mi mismo background, profesionales, de colegio y no de liceo, que hablan por lo menos 2 idiomas, que han viajado por el mundo o por último que tienen un mínimo de interés en la cultura y su mundo no es el último programa del Kike Morandé.

Me ha pasado que, hablando con personas de extracto humilde, he sentido mucho pudor de la forma en que vivo mi día a día, es como comer carne delante del gato hambriento. Puede que a otra gente no le afecte porque les da lo mismo herir suceptibilidades, a mí no me gusta.

Pero mi clasismo se clasifica como "mental" porque jamás se me ocurriría llevar mis prejuicios a acciones discriminatorias. Por ejemplo, trato de tú a todos, excepto a la gente que alguna vez ha sido patuda conmigo (creen que tutear significa decir pesadeces) y a los taxistas porque no los conozco.

En el único aspecto en que mi clasismo deja de ser mental es al momento de escoger pareja. Para mí no funcionan las relaciones amorosas con personas que no sean de clase media como yo. Si se analiza racionalmente, uno no sólo pololea con una persona sino también se relaciona con toda su familia, entonces, si los padres, hermanos o entorno en general son personas que no tienen modales adecuados o están preocupados de quién va a ganar el reality de moda, por muy amorosos que sean tarde o temprano eso termina distanciándome de ellos.

Por ejemplo, me molesta mucho la gente que habla a garabato limpio. No se malentienda, no soy una puritana, entiendo perfectamente cuando se usa como "chilenismo" y en forma coloquial (es decir, para darle un carácter más informal a las conversaciones, como el "huón"), pero tratar a los demás de "cu...ado" no es algo que pueda soportar "on a daily basis" o cuando no ando de carrete, definitivamente.

Otro ejemplo son los modales en la mesa en general, la gente que come con la boca abierta o que sorbetea la sopa me impide comer tranquila y es que tener que almorzar al lado de una persona que está a pata pelada con los pies sobre la silla porque se sentó en ella "a lo indio" me quita el apetito automáticamente. Tampoco es que si alguien no sabe dejar los cubiertos paralelos al terminar de comer me voy a desmayar, esas cosas no me importan, tampoco si alquien quiere "sopear" las papas fritas en la yema del huevo o pasar el pan por "el juguito" de la ensalada, no soy una maniática. Pero todo lo que pueda inducir al asco como los ruidos o la vista de la comida semiprocesada, no va conmigo.

Sé que son detalles, pero ¿acaso la vida no está hecha de ellos? ¿No es la presencia o ausencia de ellos la que provoca nuestra alegría o nuestra ira?

Me considero una persona tolerante y acogedora, pero para vivir gran parte de tu vida con alguien es necesario que la apertura no provoque una incomodidad perpetua.

Por todo eso, soy de la opinión de que "cada oveja con su pareja" (en mi caso y como algo muy personal).

¿Lo encuentra horrible? Júzgueme todo lo que quiera y hágase de otro prejuicio.

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