miércoles, 20 de mayo de 2009
El cumple del gringo
El domingo fue el cumpleaños del gringo. Me alcanzó, ahora los dos tenemos 34. El único pequeño detalle es que yo cumplo los 35 en sólo 5 meses más y, como él dice "cuando tienes un día más de 35 estás más cerca de los 40 que de los 30". Conclusión: estoy vieja como un cerro.
La cosa es que ese día hubo asado familiar y en la tarde té con tortas, "Cumpleaños Feliz" cantado y todo (sí, comí un pedazo de cada una, soy una cerda sin remedio). Le llevaron muchos regalos al festejado, tantos que creo que el mío pasó desapercibido, pero por lo menos la corbata que le regalé parece que le gustó porque dijo que no la va a cambiar y el poema no sé si lo comprendió, porque mi poesía es terriblemente latera y no va a ningún lado, pero en fin, todo salió bien.
En general los hombres son receptores de regalos más complicados que las mujeres, uno con cualquier chacharacha es feliz, ellos no. Por eso uno generalmente recurre a la buena botella de vino u otra bebida alcohólica, que es el equivalente a que ellos nos regalen chocolates finos, te vas a la segura: es de buen gusto, quedas bien, se puede encontrar en cualquier parte y no cuesta un ojo de la cara (bueno, depende, pero acá me refiero a los que no cuestan un ojo de la cara). Otra alternativa son los calcetines, pero encuentro que hay que dejarlo como ultimísimo recurso, o típico que uno regala un lápiz, una agenda o algún otro artículo de escritorio neutro. Regalar es todo un arte, del cual soy bastante ignorante, pero hago lo que puedo.
Como "chanchié" de lo lindo y el gringo se preocupa por mí, me sacó a caminar la media hora que el cardiólogo me prescribió andar diariamente. Ni en su cumple deja de cuidarme, se pasó este cabro. Anduvimos por Vitacura hacia abajo y hacía frío, todos los pubs estaban cerrados y se respiraba el aire triste de la decadencia de la vida nocturna del barrio alto cuando se ha apagado. Conversamos mucho acerca de los planes inmediatos, elucubramos sobre las posibilidades del futuro y tal. Me encantan nuestras caminatas, es nuestro espacio privado para conversar o callarnos, pero acompañarnos.
Pero no todo terminó ahí, no, señor. Porque como este personaje además es querido en su trabajo, el lunes le tocó invitación a almorzar, regalos y saludos varios. En mi humilde opinión, se lo merece.
Y eso que uno no siempre tiene lo que merece, cosas horribles le pasan a personas buenas todos los días sin que nadie tenga la culpa y cosas fantásticas le pasan a personas horribles sin ninguna razón particular. Así es la vida, injusta, pero ya que estamos en el baile ¡bailemos!!!
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