viernes, 16 de enero de 2009

P'al gato

Mi estado de ánimo no puede ser peor, creo que estoy pasando por una depresión heavy. Murió súbitamente una persona muy querida en mi pega, con los agravantes de ser relativamente joven y llena de vida, además de llevar más de 20 años trabajando aquí.

Eso nos tiene a todos devastados, uno puede encontrar caras largas hacia donde mire y todo está tan tenso que aunque haya música, suena vacía como en un tubo de metal.

No es ningún secreto que las cabezas de la organización dejaron sus puestos (tuvo amplia cobertura de la prensa) y eso ya había afectado el ánimo del personal en forma muy negativa, por lo que la muerte de un hombre tan cercano a la gente ha sido un golpe muy duro sobre un cuerpo ya magullado.

Él era un hombre tan conversador, alegre y sencillo, no le interesaba demostrar su jerarquía, muy querendón, ecuánime con el personal a su cargo, cuando venía a mi oficina a conversar me entretenía y aprendía muchísimo, a su lado no se pasaban penas. Verdaderamente va a dejar un vacío en el espíritu de la corporación que será dificilísimo de llenar.

Por otra parte, mi pololo tampoco está muy bien de ánimo, pero por supuesto no voy a exponer aquí los motivos, sólo puedo decir que eso también me afecta y siento que estoy en un pozo de arenas húmedas que me tragan lentamente.

Todo me cuesta: levantarme, comer, sonreír y hasta pensar con claridad, es como si un pesado sopor se hubiese sentado sobre mis párpados y me desencajara la cara. Quisiera dormir una semana en los brazos de mi gringo, sólo quiero que me abrace, acurrucarme bajo sus brazos y no salir de ahí nunca más...

Sé que no es el fin del mundo, que todo tiene solución (menos la muerte), que las despedidas son tristes pero necesarias, etc. Lo sé, pero mis tripas me dicen que tengo pena.

Lo mejor es vivir el dolor a concho y hacer el duelo completo para no crear secuelas y mantener la salud mental... Pero ¿cuánto durará?

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